2014 - Mexico

Mexico

Declaración de un turista en México: "Hmm, amigo, hemos llegado a México. Amigo, esto es precisamente lo mejor que se puede hacer en enero y febrero: ir a México."

México es el país más español de Latinoamérica, bastante rico, con mucha cultura antigua y también industria moderna. Pero los bienes no parecen estar distribuidos de manera muy justa, por lo que hay pobreza y crimen en algunas zonas. También hay muchas manifestaciones de los pueblos indígenas. Pero el 98% del crimen no tiene nada que ver con la situación política, sino que es consecuencia del tráfico de droga hacia los Estados Unidos. Y por cierto: no nos robaron. Eso sí, el tráfico en la Ciudad de México es "criminal". Por eso se recomienda el transporte público como el autobús y el metro (¡mejor que un taxi o incluso un coche de alquiler!). Los coches más populares: furgonetas Volkswagen y escarabajos, ¡fabricados en México! Aunque Nissan es el claro líder del mercado.

Después de un breve tiempo te acostumbras a la moneda local, al protocolo respecto a las propinas, a los sistemas de navegación, que funcionan de forma diferente, en el coche e incluso al modo temerario de conducir por el tráfico urbano, una mezcla del estilo español e italiano.

El mexicano es relativamente educado, divertido, muy servicial y no te da palique, al contrario que esos camareros estadounidenses, babeando por la propina.

Si escuchas hablar un francés sin encanto, se trata de un canadiense, que, por cierto, disfrutan de ciertos privilegios en México, mientras que los pobres mexicanos todavía tienen que soportar un increíble acoso al entrar en Canadá. Oh sí, también se te puede pinchar la rueda del coche... (algo que desde luego no es un fenómeno puramente mexicano).

Pero - para mí - lo más importante: la comida y la bebida. Una increíble variedad de frutas y verduras (entre otros, los que probablemente sean los tomates más aromáticos del mundo). Las Margaritas y Mezcalitas saben muy bien y son muy refrescantes. El vino sólo está disponible en restaurantes selectos. Alimentos en todas las variantes, desde muy baratos y correctos hasta muy, muy buenos (tacos con carne, tomates, cebollas y cilantro como una variación muy barata). Pero en algunos restaurantes incluso se usan las espumas moleculares. Y también hay alimentos menos convencionales: pequeñas langostas (chapulines) cuyo sabor sólo proviene de la mezcla de chile y sal que se les añade y que se supone que son altos en proteínas y saludables), huevos de hormiga, blancos, blandos, caros, insípidos y, por supuesto, el gusano del mezcal. ¡La lima es muy refrescante en casi todas partes! Cerveza: Corona no, mejor Doble X (2XX) o Victoria y listo. Tortugas: está prohibido cazarlas y comerlas. Por cierto, sólo llegan a la costa en playas protegidas para poner huevos. Además, los mexicanos tienen algo maravilloso en los restaurantes que nosotros no tenemos: una especie de percheros a media altura, para colocar tu chaqueta, bolso, bufanda o lo que sea, junto a tu propia mesa. Un modo muy práctico de ahorrar espacio.


País y gente: Cuanto más al sur se viaja, más bajita es la gente. Al menos esa es mi primera impresión. No noté grandes diferencias en el idioma, el español "mexicano" es fácil de entender. Sólo el volumen de las voces, a veces sorprendente, atraería la atención de un español nativo.

Desde Ciudad de México condujimos con nuestro coche de alquiler hacia el sur. Primer destino: la ciudad de Puebla, con su precioso centro arquitectónico y muchos bares y restaurantes. Luego fuimos a Oaxaca, con unos 250.000 habitantes, una ciudad pequeña a unos 1.500 metros sobre el nivel del mar. Aquí también hay un hermoso "Zócalo" el centro del casco antiguo (Plaza De La Constitución). Y, de vez en cuando te encuentras personajes muy auténticos, como salidos de las películas de Tarantino y Rodríguez.

Más al sur, las carreteras empeoran: imposible acostumbrarte a los constantes badenes reductores de velocidad, las carreteras comarcales y los cruces de pueblos. Para una distancia en coche de 250 km, puedes fácilmente pegarte siete horas de carretera. Se puede acabar haciendo odioso, sobre todo porque muchos de estos reductores de velocidad aparecen sin avisar y frenas gritando en el último segundo, temiendo por los amortiguadores, rebotando sobre el badén y, con suerte, sin darte un cabezazo contra el techo del coche.

Pero finalmente hay recompensa, el entorno se vuelve tropical: sonidos de la selva, extraños cantos de pájaro y finalmente el mar. Hace viento. Estamos en Puerto Escondido, un punto de encuentro para surfistas de todo el mundo. Playas casi desiertas, increíblemente amplias y un bonito pueblo a orillas del Océano Pacífico. Al mediodía hace más de 30 grados y por la noche alrededor de 25. Una banda canadiense tocando blues y otra, mexicana, tocando funk. Y el mundo es un pañuelo: en la mesa de mezclas estaba Paul, un antiguo empleado de GraphTech, que también fue responsable de la selleta patentada de Duesenberg.

Adiós México, es hora de ir a casa. Este año no hubo vuelos directos de vuelta de Los Ángeles a Madrid. Así que por la mañana, con Aeroméxico, vuelta a L.A. Revisar todo, recoger las maletas de la cinta transportadora y a registrarse con American Airlines, la autoproclamada aerolínea más importante del estado más importante de nuestro planeta, en la que volaríamos a Madrid, vía Londres. Al menos ése era el plan... En realidad, tuvimos que soportar un exagerado control de seguridad y luego nos fuimos a tomar una cierta cantidad de alcohol en el bar, antes del vuelo. Una hora antes de la partida, reviso los indicadores y...”¡Vuelo cancelado!”. Así que acabamos en un centro de atención al cliente, donde cuatro idiotas en edad de jubilación estaban sentados en sus mostradores, tres de ellos al teléfono. En la cola unos 20 pasajeros. El tiempo de registro por persona era de unos 30 minutos. Uno de estos cuatro empleados dejó su puesto y nunca volvió. Luego se fue el segundo, al cual grité: "¡debería hacer su trabajo y sacar a esta gente de aquí!" Cuando el tercero hizo gesto de marcharse también, me enfadé en serio, aunque sin ningún efecto, por supuesto. Delante de nosotros, en la cola, había un holandés que hablaba alemán y me hizo señas de que le habían prometido un vuelo a casa con escala en Londres, pero dos horas más tarde.

Finalmente nos tocó a nosotros e insistí en un vuelo a Madrid a través del prometedor Londres. Esto pareció funcionar y dejamos este terrible lugar, donde sólo se te permitía tomar una bebida alcohólica en una área restringida. Cruzamos dos terminales y a Virgin Air. Allí miraron atónitos nuestras tarjetas de embarque: "¡Pero... no hay plazas en este avión!"

Yo al borde de un ataque al corazón... El idiota de atención al público había impreso simplemente dos tarjetas de embarque "en blanco" sin número de asiento para nosotros y ¡no había informado a nadie en la Virgin! Nos dijeron que esperáramos hasta las 8 p.m. para estar seguros. Tal vez quedase algo disponible. Finalmente fue así y dejamos Los Ángeles con unas cuatro horas de retraso. Luego otra hora de retraso en Londres, para finalmente llegar a Madrid a medianoche, después de 34 horas de viaje.